Caminabas lentamente hacia mi cama
y tu vestido cayó sobre el suelo,
tan sublime desnudez me abre el cielo
que yo me humedezco cual tu cuerpo me ama.
Me rendí ante tu silueta nacarada
y los bellos contornos de tu talle,
y fuiste mi fogata junto al valle
que me regala una noche constelada.
Acariciame que eso a mí me repara;
luego, besarnos en ardiente celo
y la ola de tu boca se calmara.
El deseo hace que tu vientre aullara
con el cansancio que provoca el desvelo
que la mañana egoísta nos separa.
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